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PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

PSICOLOGÍA INFANTIL Y ADOLESCENCIA

Cuando los más indefensos necesitan ayuda

A los adultos nos resulta difícil concebir que un menor pueda sufrir emocionalmente. Pero es una realidad que la tristeza o la angustia son emociones que pueden estar presentes tanto en niños como en adolescentes. Introversión excesiva e incluso aislamiento, desmotivación, irritabilidad o una baja autoestima podrían estar encubriendo un episodio depresivo. Los complejos, la excesiva auto-exigencia o una alta presión por parte de los padres podrían provocar un exceso de ansiedad. También las dificultades del sueño, la incontinencia o incluso los trastornos alimentarios pueden tener su raíz en el plano de las emociones.

La raíz del problema

Las emociones negativas se pueden despertar por diversos factores:

  • Problemas que surgen en el ambiente habitual: en el centro educativo, con los amigos, dentro de la propia familia.
  • Dificultades de adaptación: habilidades sociales deficientes, crisis de identidad/independencia de la adolescencia, adquisición de conductas de riesgo por presión del grupo.
  • Falta de hábitos o reglas de conducta claras: uso de técnicas de estudio ineficaces, desorganización, un comportamiento rebelde o agresivo, desobediencia, un menor que reta a los padres.
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Otras causas

En otras ocasiones y, sobre todo, a través de la detección de las denominadas Dificultades del Aprendizaje (retraso en la adquisición de la lectura y/o escritura, dificultades con las matemáticas) los problemas son motivados por la existencia de un déficit en el desarrollo cognitivo desde el nacimiento o causado por traumatismos, hemorragias o infecciones que pueden afectar al cerebro a cualquier edad.

¿En qué puede ayudar la figura de un psicólogo?

El papel del profesional está en:

  • Valorar de forma pormenorizada cada caso distinguiendo cuándo la dificultad es cognitiva o emocional.
  • Indagar todos los factores de incidencia: familia, centro educativo, compañeros, etc.
  • Aportar vías de solución adaptadas a cada caso, implementando tratamientos personalizados.
  • Asesorar sobre la necesidad de derivar a otros profesionales en los casos que se estime necesario.

Cuando los más indefensos necesitan ayuda

A los adultos nos resulta difícil concebir que un menor pueda sufrir emocionalmente. Pero es una realidad que la tristeza o la angustia son emociones que pueden estar presentes tanto en niños como en adolescentes. Introversión excesiva e incluso aislamiento, desmotivación, irritabilidad o una baja autoestima podrían estar encubriendo un episodio depresivo. Los complejos, la excesiva auto-exigencia o una alta presión por parte de los padres podrían provocar un exceso de ansiedad. También las dificultades del sueño, la incontinencia o incluso los trastornos alimentarios pueden tener su raíz en el plano de las emociones.

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La raíz del problema

Las emociones negativas se pueden despertar por diversos factores:

  • Problemas que surgen en el ambiente habitual: en el centro educativo, con los amigos, dentro de la propia familia.
  • Dificultades de adaptación: habilidades sociales deficientes, crisis de identidad/independencia de la adolescencia, adquisición de conductas de riesgo por presión del grupo.
  • Falta de hábitos o reglas de conducta claras: uso de técnicas de estudio ineficaces, desorganización, un comportamiento rebelde o agresivo, desobediencia, un menor que reta a los padres.

Otras causas

En otras ocasiones y, sobre todo, a través de la detección de las denominadas Dificultades del Aprendizaje (retraso en la adquisición de la lectura y/o escritura, dificultades con las matemáticas) los problemas son motivados por la existencia de un déficit en el desarrollo cognitivo desde el nacimiento o causado por traumatismos, hemorragias o infecciones que pueden afectar al cerebro a cualquier edad.

¿En qué puede ayudar la figura de un psicólogo?

El papel del profesional está en:

  • Valorar de forma pormenorizada cada caso distinguiendo cuándo la dificultad es cognitiva o emocional.
  • Indagar todos los factores de incidencia: familia, centro educativo, compañeros, etc.
  • Aportar vías de solución adaptadas a cada caso, implementando tratamientos personalizados.
  • Asesorar sobre la necesidad de derivar a otros profesionales en los casos que se estime necesario.
Atención psicológica para adultos

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